Actualmente hablamos mucho de adaptación, de resiliencia, de positivismo y motivación; pero pocas veces escuchamos hablar de la ecuanimidad, una cualidad que no solo deberíamos poner en práctica en tiempos difíciles, sino en cada uno de nuestros días

La ecuanimidad no es algo pasajero, no es algo que nos viene a la mente una mañana al levantarnos cuando estamos de buen humor y que se disipa en un día nublado. La ecuanimidad es un estado de ánimo prolongado que nos permite afrontar de manera adecuada todo lo que la vida nos presenta.

Ahora que seguimos sumergidos en tiempos de incertidumbre, y en los que hemos tenido que adaptar nuestras rutinas, cambiar planes y ser flexibles ante las dificultades, trabajar en ser ecuánimes es una excelente herramienta de orden para alinear nuestro cuerpo, mente y emociones para vivir una vida más plena y encontrar el equilibrio.

Mitos sobre le ecuanimidad

Seguramente, en algún momento de tu vida has conocido a alguna persona que, pase lo que pase, parece imperturbable, tiene una actitud positiva y relajada ante los problemas y suele permanecer en calma aun en los momentos más complicados. Y piensas “¿ésta persona que come?”.

Existe la posibilidad de que simplemente se trate de una persona indiferente, pero también puede tratarse de una persona ecuánime, y es que muchas veces la ecuanimidad se confunde con apatía, insensibilidad, pereza o distracción, pues no estamos acostumbrados a que una persona mantenga la compostura sin estallar ante los problemas; todxs lo hacemos en mayor o menor medida.

La ecuanimidad, por tanto, no se trata de pasividad ni ausencia de emociones, al contrario, la indiferencia implica calificar algo como poco importante que no merece nuestra atención. La ecuanimidad permite ver la dimensión de las cosas y brindarles la atención que merecen sin dejar que los resultados de esta visión nos desequilibren en el plano emocional.

             Problema pequeño – Poca atención           Problema grande – Atención máxima

La ecuanimidad tampoco se trata de permanecer inmóvil o a la deriva ante lo que la vida traiga, sino de fluir a favor de la corriente. Por norma, no somos ecuánimes cuando nos quedamos paralizados, sino cuando actuamos, pero desde el equilibrio y la consciencia plena.

¿En qué nos beneficia la ecuanimidad?

Pues en muchas cosas, no sólo en no anticipar problemas y llenarnos de ansiedad, sino a ver las cosas con objetividad.

Nos permite ampliar la mente y ubicarnos en el presente, en lugar de estar añorando el pasado o angustiarnos por no poder controlar el futuro. Al ser ecuánimes nos damos la oportunidad de ver con curiosidad y apertura para adaptarnos.

Cuando hacemos esto, es posible tomar mejores decisiones y planear desde la calma, dando prioridad a nuestro bienestar y felicidad.

¿Cómo poner en práctica la ecuanimidad?

Practica la meditación y el mindfulness. Estas actividades nos permiten practicar la serenidad y el estar presentes, liberando nuestra mente de cualquier cosa que nos preocupe. Al meditar también entrenamos a nuestra mente a evitar reaccionar sin pensar, tomando las cosas con calma y permitiéndonos ver todas las perspectivas y posibles soluciones.

Aléjate del apego. Si nos aferramos a las cosas y a las situaciones, estamos también generando una resistencia hacia el cambio. Entender que ni todo lo bueno, pero tampoco todo lo malo dura para siempre, ayuda a nuestro cuerpo y a nuestra a mente a fluir con naturalidad para adaptarnos a cada situación sin afectar nuestro orden y equilibrio internos.Asume que el cambio es una parte esencial de la existencia y no te resistas a él. Todo final es también un principio y toda crisis esconde una oportunidad.

Evita reaccionar de manera impulsiva. Tomar conciencia de nuestras emociones y pensamientos, nos ayuda a identificarlos y entender qué los detona. De este modo podemos establecer mecanismos de calma, es decir, si yo sé que ciertas cosas me molestan, puedo generar estrategias para evitarlas y si no puedo evitarlas, cómo puedo hacer que me afecten menos. Convertirnos en espectadores de nuestras emociones y sentimientos hace que podamos ver las cosas a distancia y ser más objetivos con la dimensión del problema para no explotar cuando algo no tiene importancia.

Vive el presente. No pierdas tu tiempo y energía en recordar un pasado doloroso ni en angustiarte por un futuro incierto. Solo existe el ahora, así que vuelca tus cinco sentidos en vivirlo. Todo lo que hagas (caminar, trabajar, ducharte o escuchar música) hazlo con conciencia plena.

Te invito a que, si esta información tiene sentido para tí, en los próximos días observes las situaciones complejas o inciertas como oportunidades para ser flexible, creativ@ y ecuánime, verás que la vida cambia cuando no la tomas tan en serio.