Este fin de semana tuve la fortuna de volver asistir al Congreso AOPE, un evento que la Asociación de Organizadores Profesionales de España celebra cada año para reunir, a quienes como yo, dedicamos nuestra vida profesional al servicio de las personas que necesitan integrarar en sus vidas la organización y el orden consciente. Y siempre me encanta compartir esta experiencia con mi comunidad, pues creo que tiene muchos significados en mi vida:

Desde lo profesional, como organizadora profesional holística, me ilusiona siempre reunirme con mis compañeras y alumnas, adquirir y transmitir conocimiento y experiencia y sobre todo, contribuir a nuestra labor.

Y desde lo personal, como Adelaida, reforzando que mi propósito sigue vivo, que me apasiona lo que hago y que he elegido el camino correcto.

Por su puesto que a veces este tipo de eventos llevan mucho trabajo, pero siempre es una satisfacción descubrir que nuestro trabajo vale y que cada vez somos más las personas dispuestas a ayudar a otras a cambiar sus vidas.

Espacios de vida

Y es que a veces, tomar la decisión de salir de casa y hacer espacio para lo importante no es tan sencillo. Este fin de semana, cuando mi hijo acababa de regresar de viaje, sentí que todo en mí quería quedarme. Pero algo más profundo —una intuición, una certeza silenciosa— me recordó que hay lugares en los que una debe estar. Porque este tipo de eventos, no solo son espacios profesionales. Son espacios de vida.

Asistí al Congreso de nuestra asociación profesional, no solo como organizadora, sino como persona. Como mujer que cree en el poder del encuentro, en la fuerza de caminar acompañadas, en lo que ocurre cuando compartimos desde el alma. Lo que viví allí fue una reafirmación: de propósito, de comunidad, de sentido. Me sentí parte de algo más grande.

Vi compañeras reencontrarse. Coincidí con personas emocionadas por sentirse vistas. Y también me sentí testigo y parte de procesos muy poderosos. Facilitando uno de los espacios más íntimos del encuentro, me quedé conmovida por la entrega, la confianza y la transformación que ocurrió allí. Porque cuando nos abrimos con honestidad, el orden se vuelve sanación.

Mágicos regalos

Pero quizás lo que más me he emocionado son gestos muy sencillos, pero que son los que realmente me hacen darme cuenta de lo que importa, como por ejemplo, el dibujo que me envió una de las hijas de una de las participantes. Un regalo inocente, lleno de color y cariño. Ese pequeño acto me recordó lo que a veces olvidamos: que nuestro trabajo impacta más allá de lo visible. Que cuando una madre se ordena, su hija lo nota. ¡Y eso es hermoso!

Y, por otro lado, hubo otro momento que me tocó profundamente: encontrarme, por primera vez en persona, con una de mis clientas del Programa 3M. Hasta ahora solo habíamos compartido sesiones virtuales, y verla allí, presente, confiando en su proceso y compartiendo su camino de transformación, fue muy especial. Me recordó que estos espacios no solo sirven para reencontrarnos con colegas y amigas, sino también para estrechar lazos con quienes hemos acompañado desde la distancia. A veces, lo profesional y lo personal se entrelazan de forma mágica, y esa es la verdadera riqueza de este camino.

Volví a casa cansada, sí, pero también en paz. Orgullosa de haber estado presente. Agradecida de poder aportar, aunque sea un granito de arena. Consciente de que vivir con propósito también requiere acción, decisión, y a veces, sacrificios pequeños que traen grandes regalos.

Y por eso te lo comparto. Porque no se trata solo de congresos o profesiones. Se trata de elegir con el corazón. De no caminar solas. De recordar que hay lugares, personas y momentos que nos renuevan por dentro. Y que merece la pena hacerles espacio.