Apegarnos a las personas o a las cosas es algo muy humano, pues lo hacemos desde que nacemos: nos apegamos al calor de nuestra madre y a la protección de nuestros padres para poder crecer y sobrevivir en el mundo, generando un vínculo físico y emocional que suele mantenerse a lo largo de nuestra vida.
Conforme vamos creciendo generamos vínculos y apegos con otras personas y cosas, generalmente, por la emoción que nos despierta. Si algún objeto o personas nos hace sentir bien, generaremos este vínculo de apego con la intención de prolongar esa sensación de bienestar.
Sin embargo, cuando una persona empieza a depender de otros o de ciertas condiciones externas para estar bien se manifiesta un apego negativo, que suele traer sufrimiento o una sensación de agobio y ansiedad. Entonces llega el momento de transitar el camino del desapego y soltar.
¿Por qué nos aferramos a las cosas?
Por supuesto que decirlo y leerlo es muy sencillo, pero no a todos manejamos el desapego de la misma manera y en el caso de la organización y el orden, es muy común que nos aferremos a cosas, sobre todo por su significado y la carga emocional con la que dotamos a los objetos.
Es decir, que no se trata de entender a qué nos apegamos, sino por qué lo hacemos. Cuando nos apegamos a algo, creemos que ese vínculo nos proporcionará las cosas que necesitamos, por ejemplo:
- Seguridad. Muchas veces nos apegamos a algo porque nos da miedo enfrentar el cambio, nos aferramos a la sensación de comodidad y tranquilidad que nos da esa persona o ese objeto.
- Felicidad. Esta la cualidad la atribuimos con facilidad a las cosas que poseemos, ya que desde siempre nos han hecho creer que cuanto más tenemos, más felices somos.
- Control. Creemos que tener aquello que queremos o a esa persona cerca, le añade sentido a nuestra vida, desde un coche hasta una pareja.
¿Cómo aprender a soltar?
Vayamos paso a paso, y es que como mencionaba antes, no todos tenemos la misma facilidad para dejar ir. Y aunque estas preguntas se pueden aplicar también a las personas, empecemos por aquellos objetos que están bloqueando tu desarrollo y por las que se te dificulta avanzar.
Intenta responder a estas preguntas cuando estés poniendo orden a tu alrededor, en las respuestas encontrarás la mejor solución.
- ¿Mi hogar/espacio representa visualmente a la persona que intento ser ahora?
- ¿Volvería a comprar o adquirir este objeto ahora?
- ¿Quiero conservar este artículo indefinidamente? ¿Por qué?
- ¿Lo podría pedir prestado cuando lo necesite o incluso volver a comprarlo este si alguna vez surgiera la necesidad?
- ¿Deshacerme de este objeto significa que me desharé de los recuerdos asociados con él?
- ¿Hay alguna forma diferente en la que pueda conservar u honrar lo que esta pieza significa para mí sin aferrarme a ella?
- ¿Este objeto que es significativo para mí, pero del que puedo prescindir, puede significar algo para otra persona?
- Si reduzco mis pertenencias y dejo de pasar tanto tiempo organizando y ordenando mis cosas, ¿qué me gustaría hacer con ese tiempo en el futuro?
- ¿Qué podría haber hecho con el tiempo que pasé organizando mis cosas, buscando artículos que se perdieron en mi desorden o debatiendo sobre qué guardar y qué regalar?
- ¿Quién se quedará o pasará con mis pertenencias después de que me haya ido, y qué puedo hacer ahora para aliviar esa carga?
Hay algo muy importante en el tener tantas cosas y tratar de ponerlas en orden, y es que cuando hacemos una selección consciente podemos darnos cuenta de lo poco que realmente necesitamos para estar bien.
Pero, sobre todo, recuerda, no se trata de llevar una vida minimalista o que nos deshagamos de todo, se trata de conservar aquello que sea ideal para armonizar la vida que llevamos actualmente.